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El ancho mundo, Pierre Lemaitre

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"Jean se sentía perfectamente lúcido, su mente registraba cada detalle, cada ruido, su cerebro almacenaba todas las sensaciones que ofrecía la situación. Sin dudarlo un segundo, con tranquila certeza, se situó ante la puerta cerrada que se abrió justo en ese instante, dándole la razón. La chica era increíblemente guapa, Jean se quedó boquiabierto. Ella esbozó un “Oh” de sorpresa, pero era demasiado tarde: Jean la había agarrado del pelo. Ella cayó al suelo de rodillas, con los brazos extendidos hacia lo alto, y Jean le sujetó la cabeza con ambas manos y, con todas sus fuerzas, se las estrelló contra la taza del inodoro. La chica volvió el rostro hacia él: solo le había partido la nariz y abierto el pómulo, aunque ya sangraba en abundancia. Jean retrocedió de un salto para que no lo salpicara y, volviéndola a agarrar del pelo, le golpeó el cráneo varias veces, primero contra la porcelana de la taza y luego contra la pared. La chica se desplomó, la sangre manaba a chorros; él salió,

Tres días y una vida. Pierre Lemaitre

"Se había puesto de pie de pura rabia. Rémi lo miró con los ojos como platos, escuchando sus recriminaciones sin acabar de comprenderlas, porque en casa sólo le habían dicho que Ulises se había escapado, como hacía de vez en cuando. En esos momentos, Antoine, desbordado por un incontrolable sentimiento de injusticia, ya no era él. El estupor que lo había sumido la muerte de Ulises se había transformado en furia. Cegado por ésta, cogió el palo que servía para estabilizar el montacargas y lo blandió como si Rémi fuera un perro, y él, su dueño. El niño, que nunca lo había visto así, se asustó. Se volvió y dio un paso. Antoine levantó el palo con las dos manos y, loco de rabia, lo descargó sobre Rémi. El golpe lo alcanzó en la sien derecha. El niño se derrumbó. Antoine se acercó a él, extendió una mano, le sacudió el hombro,... -¿Rémi? Debía de estar aturdido. Le dió la vuelta con la intención de palmearle las mejillas. Pero cuando lo tuvo boca arriba, vio que tenía

Los nombres prestados, Alexis Ravelo

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 "El hombre no era un turista. Decía llamarse Tomás Laguna y había alquilado, a tavés de una inmobiliaria de Los Álamos, la antigua casa de los guardeses de la finca de la Condesa. Él y su perro habían desembarcado del ferri en San Expósito a bordo de un Jimmy azul y ascendido por la carretera de Nidocuervo como si la conocieran de toda la vida. Tampoco existía mucha posibilidad de perderse: la casa era la primera del pueblo si se venía desde la costa, la que se encontraba a la derecha en la intersección con una pista que se internaba en las plataneras". Los nombres prestados , de Alexis Ravelo, es una novela inquietante, desde la descripción de sus personajes a su temárica y su ambientación: nombres del pueblo (Expósito) y del barrio (Nidocuervo), el paisaje rural, hasta el climax final. La novela  en sus inicios,  se regodea en lo cotidiano, pero  alberga a lo largo de su trama muchas sorpresas y  se convierte en  un trailler trepidante,  que te engancha y no te deja parar

Basura, Sylvia Aguilar Zéleny

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  "Magda se puso frente a mí, me levantó la barbilla, me miró, tomó una servilleta y me limpió la cara. Yo tenía lágrimas y no me había percatado. Me puso la mano en el hombro y, sin pensarlo, me fui directo hacia ella. Me recibió de una, , como si ella misma lo hubiera contemplado. Mi cara entre su hombro y su cuello. Magda olía a limpio, a vainilla, a paz. Sus brazos en mi espalda,los míos en su cintura. Mis labios en sus labios." Basura , es una de esas lecturas inquietantes de las que esperas todo. Es una novela escrita con un tono intimista y desarraigado, me ha gustado su forma de expresar los diálogos sin evidenciarlos ortográficamente y el tema es muy duro: cómo de la basura que tiramos a diario vive gente en una de las capitales de los países llamados ricos. Los secuestros y desapariciones de las chicas jóvenes en México capital, la prostitución y el abandono también forman parte de los temas que de forma solapada aparecen en el texto.   Me ha gustado mucho, pero cre

Todo va a mejorar, Almudena Grandes

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  Planeta libros. Todo va a mejorar "Lo primero que le dijo a su amigo fue que la tarde anterior había visto dos llamadas perdidas suyas y que se las había devuelto sin resultados. Él le explicó que la había llamado porque no se acordaba de si habían quedado o no, y quería avisarla de que no iba a haber nadie en su casa. De la noche a la mañana, mi viejo se sacó de la manga una cena familiar en el nuevo restaurante del Casino, que será muy lujoso, pero la comida no me pareció nada del otro mundo, la verdad... Mientras le iba contando lo que había cenado, Elisa se preguntaba se aquella mañana Santiago no habría echado de menos a Yénifer, sí se le habría ocurrido preguntar dónde estaba, si tendría el valor suficiente para hablar con tanta naturalidad en el caso de que supiera que estaba muerta. Antes de que pudiera llegar a una conclusión, el le propuso que se pasara por su casa para echar unas partidas y ella aceptó. Aquella vez rodeó la manzana por la derecha, para no ver siquiera

Un instante eterno. Filosofía de la longevidad, Pascal Bruckner

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La filosofía de la longevidad   Grietas, fisuras y fracturas  "(...) El alcohol, las decisiones amorosas, el empobrecimiento, la perdida de ilusiones y de salud, la pérdida de inspiración y los fracasos literarios dan a esta historia una especie magnificencia trágica. En su bello comentario, lleno de patetismo, el filósofo Gilles Deleuze se basa en la claridad de esta breve obra maestra que se nos impone con un "ruido de martillo". La vida es una batalla por encima de nuestras fuerzas de la que salimos rotos como si una grieta se hubiera estado formando constantemente en nosotros desde el nacimiento , haciéndonos frágiles como esas porcelanas que se desintegran al menor choque. (...) Permítasenos protestar desde otro punto de vista: no todo es destrucción y locura en una existencia. Nuestras libertad reside también en poder frenar la desintegración. No todos envejecemos al mismo ritmo incluso tenemos cierto poder sobre la muerte gracias al suicidio. (...) Hábilmente, tra

Pequeñas mujeres rojas, Marta Sanz

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"Paula está en el centro y jardín abstraída en sus pensamientos. Repasa los cuadernos de Beato y estará dándole vueltas a la muerte de Samuel, sacrificado como un galgo de caza que ya no corre lo que tiene que correr. Quizá piensa que quien mata con sus propias manos un perro una gallina para meterlo en la cazuela, quien desnuca un conejo (sin traje de tweed ni reloj) para cocinarlo al ajillo, bien puede asesinar a persona. Se trata de tener algo caliente entre las manos, que de pronto se vuelva frío.  Algo duro que, repentinamente, se desbarata y ablanda. Paula sonríe ante sus exageraciones animalistas y mira hacia las nubes por sí la corona negra vuelve a parecer, pero no aparece, de modo que lo que ocurre a continuación la pilla desprevenida. No hay presagio. Paula morirá (más tarde, no todavía) sin saber que, en el lecho de rosas, descansa el dedito  de Hansel, una falange de Dickie que le fórmula una pregunta al maestro, la saponificada rodilla de la Rosita del Azafrán. Paula